jueves, 9 de agosto de 2012

Felicidad express


La María llega siempre en los veranos, como a principios de febrero. Yo tomó el bus y me voy a Ercilla. En tres semanas jugamos con mi hermano Fernando y ella a que somos una familia feliz. Ella juega a que es una buena mamá.

Los regalos que nos trae desde Santiago nos hace olvidar el resto del año en que no sabemos nada de ella. Yo olvido sólo un rato. Para mi cumpleaños nunca recibo un llamado. A veces me llega una carta o una foto.

El Fernando no dice nada. Acepta todo de buena gana y se ríe. Juega con su camión rojo de bomberos y dice que se ve lindo con su chaleco verde con letras. Fernando es así. Se guarda todo. Algún día va a explotar.

La María nos quiere harto, se le nota, pero no es suficiente. No me alcanza con tres semanas en el año. No me alcanza para soñar. No me alcanza para creer que viene algo mejor.

“Y ustedes niños, ¿Qué quieren ser cuándo sean grandes?”, nos pregunta una señora mientras nos sentamos en una banca de la plaza. Fernando dice que quiere ser ingeniero. Yo digo que nada. ¿Pero como? si todos los niños quieres ser algo”, dice la señora. “Para que, si mi mamá no le importa, si está tan lejos y ni me llama en todo el año”, pienso. Ni siquiera soy capaz de decirlo.

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