martes, 4 de marzo de 2014

Solo entre tanta gente - 4

 “Diez de la mañana en Los Ángeles. Viajo en colectivo rumbo al centro. No sé bien dónde empezar a buscar. Creo que la Plaza de Armas es un buen comienzo. Frente a la plaza está el edificio de la Seremi de Educación. Ingreso. En informaciones me atiende un funcionario de pelo cano. Muy amable me cuenta que la persona que yo busco trabaja a solo unas cuadras del centro. Me puedo ir caminando si quiero. Anotó la dirección y camino. No me cuesta nada ubicar el colegio. Observo el frontis. Me amargo de a poco. Parezco un delincuente y solo soy un hombre buscando a su padre después de 33 años.

Doy dos vueltas por alrededor del colegio y luego me voy a una plaza cercana. Me siento en una banca y me pregunto un montón de cosas. Sigo sin entender cómo alguien puede vivir tranquilamente sabiendo que tiene un hijo al que nunca ha conocido o buscado. No entiendo cómo puede dejar pasar los años sin saber en qué condiciones vive ese hijo.

Cerca de la una de la tarde decido volver al colegio y sentarme junto a la puerta, como un apoderado más que espera a algún alumno. Me tiemblan las piernas. Espero que aparezca ese hombre que conocí a través de una fotografía y así poder abordarlo. Tengo una inmensa amargura. No merezco pasar por esto. Nadie lo merece. El reloj avanza. Salen alumnos, apoderados y algunos profesores.

Cuando ya perdía las esperanzas, aparece el hombre de la fotografía. Sale rápido. Viste de pantalón de tela, camisa clara y un chaquetón azul. Se me aprieta la garganta. Me paralizo. Reacciono en segundos. Sé que puede ser mi única oportunidad de hablarle. Me preocupa su reacción, que no me deje hablarle y sigan en mi cabeza las mismas interrogantes que me han acompañado por años.


Lo sigo por varias cuadras. Lo veo entrar a un pequeño negocio. Se demora un par de minutos y sale. Pasa junto a mí. Camina rápido. Llega hasta un servicentro. Lo espero. Lo observo de lejos. Sale nuevamente a la calle. Es la oportunidad. Camino rápido. Lo alcanzo. Camino junto a él. No sé qué decir. Le pregunto por su nombre. No responde. Le digo quien soy y de dónde vengo.  Le doy el nombre de mi madre. Le digo que soy su hijo y que quiero conversar con él. Sólo ahí se detiene y me mira a los ojos". 

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