martes, 22 de enero de 2013

Solo entre tanta gente (1)



“Anda a cazar dragones y en el camino te vas a dar cuenta que son sólo fantasmas”. Así me dijiste una vez cuando te conté de mi viaje a Los Ángeles. Siempre pensé que estarías conmigo en la aventura, pero el tiempo quiso otra cosa.


Viajo casi a ciegas. No tengo mucha información, sólo algunos datos básicos: mi padre: tiene el mismo nombre que yo, es profesor de música y vive en Yungay, Octava Región. Creo que no será difícil. Lo complejo son dejar atrás mis temores.


Mi Paula, mi hermana, se ofreció a acompañarme. Decidí que no, que está era una historia que debo completar solo. Afrontar los miedos que me han acompañado durante 29 años y acabar con los fantasmas. 


A Yungay llegó como a las 3 de la tarde. La ciudad está de fiesta y ya casi no quedan hostales donde alojarse. Pregunto en un par de ellos y la respuesta es la misma: está todo ocupado. Camino por las calles, me siento en la Plaza de Armas y observo a la gente. Creo que de repente va a pasar a alguien que voy a sentir cercano. 


Pasan las horas. Decido ir a la comisaría de Carabineros más cercana. Me atiende un oficial a quien le explico las razones de mi viaje. Ante cada palabra aflora la pena. Siento lastima por mí. Me duele decir que busca a mi padre, que busco al hombre que para mí siempre ha sido un fantasma y que hoy necesito mirarlo a la cara.


El oficial me dice que el carabinero especialista en los encuentros familiares tiene día libre, pero que mañana estará a primera hora. Salgo de la comisaria. Tengo ganas de llorar. Vuelvo a la Plaza de Armas de Yungay. “Mañana será otro día. Esto recién comienza”, pienso.

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